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Es una muestra del más puro “latín macarrónico” que se hablaba en la “Unión Europea” de la Edad Media.
El escenario es el Camino de Santiago.
En los tiempos en que se descubrió la tumba del Apóstol, la lengua común que los viajeros hablaban para entenderse al cruzar Europa era el latín. No deberíamos perder de vista que hasta unos dos siglos atrás casi toda la humanidad era todavía analfabeta. Incluida la mayoría de nobles y reyes. No quiere decir eso que fuesen ignorantes e incultos. Y es que los intereses de la época no residían en la pluma. Estaban en el caballo y en la espada.
Si es que uno ya hablaba mal la propia lengua, imaginémonos como seria entonces en una segunda…
¡Una tertulia al rededor de una hoguera, en latín “macarrónico” entre varios peregrinos procedentes de lugares distintos tendría que ser una escena hilarante, además de insólita!
Pero, volviendo al punto que nos interesa, que es la expresión “Ultreia et Suseia”.
El primer registro de la expresión la encontramos en el mismo Codex Calixtino. Allí consta en la letra de una canción peregrina:
No podemos estar seguros de la coyuntura ni del contexto en que esas palabras fueron usadas y puede que hayan sido puestas juntas con el propósito de componer la canción, pero eso no quita que tenga relación con una narración de hechos de aquel tiempo y lugar. Es muy improbable el empleo de palabras que no se refieran a nada en una canción, solo para ponerlas allí.
Lo que sí -
Al cruzarse en el camino, uno de los peregrinos saludaba “ultreia” y el otro le respondía “et suseia”.
¿Y que significaba eso? Son términos del latín popular de la época.
“Ultreia” está compuesta por ultra (más lejos, por más tiempo, más allá de…) y eia (la interjección ¡Oh!, ¡Ah!).
Y “suseia” está, por su vez, compuesta de sus (arriba, a lo alto, además de…).
No he encontrado hasta el momento una sola traducción conclusiva. Casi todos aquellos que tradujeron la frase afirman no estar muy convencidos o suficientemente seguros para darle un sentido preciso.
Pues así siendo, yo también me atrevo a dar mi parecer.
Parto de la premisa de que pudiera haber más de una hipótesis, como origen de ese saludo. Digamos que al menos tres:
1) Por devoción o piedad:
Es la más común de las interpretaciones que he encontrado. Donde "más allá” podría referirse a la meta (Compostela) mientras que el responso “y más a lo alto" venir a significar que (en pos de haber cumplido la meta) uno se acercaría más (merecería) al cielo, a Dios.
Pero queda una parte final, adjuva nos.
2) Simplemente, a consecuencia de intercambio de información:
Creo que quien ya haya hecho el Camino entenderá más fácilmente lo que voy a decir. A pesar de todas las facilidades logísticas de que disponemos hoy día (información cartográfica, albergues, vías accesibles, móvil, seguridad, tarjetas de crédito, calzado y vestuario adecuados etc.) uno de los cuestionamientos más coreados durante la peregrinación es “cuanto falta”.
Uno se puede imaginar lo que seria entonces la necesidad de un peregrino de hace cerca un milenio, de orientarse y de medir su progreso. Con todo a nuestro favor, hoy podemos hacer, a pié, de 20 a cerca de 30 kilómetros al día, dependiendo del ritmo que el grado de dificultad de cada etapa permita.
Hazaña esa totalmente imposible para cualquier peregrino de la edad media, pues esos lo tenían casi todo en su contra: malos caminos (cuando los había), bosques cerrados, lobos, salteadores, ataques de los musulmanes, frío, lluvia, calor, hambre, enfermedades y todo eso con una carencia de información y referencia.
Poniéndote en su lugar ¿Cuál seria la primera cosa que le preguntarías a alguien volviendo de Compostela con que te cruzaras? ¿”has visto muchos paisajes bonitos”? ¿”Y la comida allí es buena”?, o ¿“estoy todavía muy lejos”?
_ ¡Oh, sí, todavía te falta mucho (o un poco); todavía está lejos! Más allá -
¿Y el camino como es, llano, fácil o hay que subir?
_ ¡Oh, sí, hay cuestas arriba (a empezar por los Pirineos)!
¡Ah, entonces lejos y p’arriba! (et suseia).
Esto es solo una hipótesis y no quiero afirmar que ocurriera de esa forma, pero poniéndome yo en el lugar de ese peregrino milenario hasta puedo imaginarme meneando la cabeza y respondiéndole a cada uno con que me cruzara: “¡Ah sí! No me lo digas, déjame adivinar… ¿además de lejos también hay que subir, cierto? Entonces… ¡que Dios nos ayude! (adjuva nos).
No es que esta última invocación no tuviera cabida en la primera hipótesis, pero llama la atención que hasta hoy, cuando nos enfrentamos a alguna tarea o misión de gran dificultad decimos “que Dios me ayude”.
3) Queja o lloriqueo:
¿La tumba del Apóstol? ¡Ah, eso queda muy para allá! (ultreia)
¡Ahú! ¿Y además de tanto subir cuestas está lejos? (et suseia) ¡Entonces que Dios me ayude! (Deus, adjuva me)
¿Mucha imaginación? Sí, así es; he dicho que se trata de meras hipótesis. Mi intención ha sido apenas compartir algunas de las especulaciones que mantuve mientras avanzaba rumbo al Apóstol y que a cada tanto cambiaba ese antiguo y bonito saludo con otros peregrinos.
¡ULTREIA ET SUSEIA!
R. Deoduce
La letra dice:
“Ultreia,
ultreia et suseia.
Deus adjuva nos.”
Peregrinos franceses recomponiendo fuerzas en un albergue a medio Camino