“Y el Rey les dirá: en verdad vos digo que  cuanto hicisteis a uno de estos hermanos  míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”  Mt 25:40 Que hago Contacto Utilidades

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Autoría de Artículos Católicos

Me ocupo de esto para “capitalizar” los pequeños tiempos improductivos que de otra forma estarían perdidos. Confieso que no escribo por que sienta tener talento o me guste escribir. Y es que ni siquiera la habilidad para hacerlo tengo. Escribo en idiomas que no son mi lengua madre y me es extremamente difícil traducir lo que pienso a un texto, me resulta un trabajo espinoso y moroso.


La razón de hacerlo es que la mayoría de lo que incorporé a mi ser y a mi vida me lo regalaron otros, personalmente o a través del estudio. Es obvio que de toda la información recibida me esforcé en retener primordialmente la que consideré ser la mejor. Tengo notas y apuntes en todos los libros y rincones de la casa.

 

Pese a mi falta de talento literario, escribir entretanto se me presenta como la forma más tranquila y practicable que he encontrado de transmitir y compartir lo que aprendí de otros que saben mucho más que yo. He tenido la bendición de conocer a grandes maestros, quienes fueron gradualmente transformando mi vida en etapas sucesivas. Nunca me he sentido obligado a aceptar nada, tuve plena libertad de tomar o dejar cada una de las lecciones.

 


Apenas el espíritu es mi parte inmortal


Seguro que no está en los planes de Dios que yo me quede aquí para siempre.

Tengo una edad ya avanzada y no quisiera llevarme junto la riqueza que para mí representa toda esa información que recibí, muchas de aquellas lecciones jamás las encontré en una segunda fuente.

 

Quiero “pasar el testigo” a quienes lo quieran mientras sigo merodeando por aquí. Lo que me pasaron a mí quisiera pasárselo a otros en mis escritos. Lo que me pareció importante podrá no serlo para ti, en ese caso hazlo como también yo lo hice a mi tiempo: simplemente toma lo que te interese  y convenga y deja lo que no.


He tenido también algunas experiencias propias, que me han resultado ser las más costosas. Uno de mis maestros cierta vez me enseñó que podemos aprender por experiencia propia y por la de los demás, siendo que esta última es la que suele ser más rápida a la vez que la menos dolorosa. Añadiré una dosis de esto también a mis escritos, porque no necesitas “meter la pata” adonde la he metido yo.


Muchas de las cosas que escribo son materia de mis clases de catequesis  (Formación en la Fe Católica para adultos y jóvenes) y de charlas.



Jugar por las reglas


Como catequista, en mis clases estoy obligado a atañerme al Catecismo de la Iglesia y en todas las demás circunstancias a las Escrituras, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia. Estoy impedido de transmitir cosas que difieran de esas fuentes oficiales de la Iglesia. Para cada invención u opinión mía personal estaría lanzando una semilla para una nueva secta en potencial (CIC 426-428).


Como apologista sigo sometido a todo lo afirmado en el parágrafo anterior, pero con una diferencia que es el modo de hacerlo, la manera de hacerlo.

Como apologista nunca ataco, pero soy feroz en la defensa. Ser feroz no es un requisito de la apologética, pero en este caso… ¡me encanta!




La Inter Mirifica y las avestruces


En cierta ocasión fui criticado y censurado en un servidor que contenía artículos apologéticos míos. El nuevo encargado del servidor asumió los papeles de “censor” y me pidió que retirara algunas imágenes y páginas. En una demostración se su virtuosismo en lo “políticamente correcto” me dijo que esas materias “podrían herir algunas sensibilidades”.


Pues bien, ese material removido consistía de denuncias mías contra ataques promovidos por artistas, teatros, políticos, universidades, cine, prensa y colectivos abortistas, de ideología de género y otros. Hablo de cosas muy serias; me refiero a blasfemias y herejías inmorales contra las cosas que nos son más sagradas a los católicos. Se trataba de “cositas” como imágenes difundidas en Playboy, en una universidad española, en exposiciones (España) patrocinadas con fondos públicos, en teatro (Reino Unido y Perú) y en el cine (Uruguay) que iban desde caricaturas ridicularizando al Papa hasta pornografía con Jesús, María con el Ángel Gabriel, entre otras. En las imágenes reproducidas en la web (como prueba de mis afirmaciones) he tenido el extremo cuidado de encubrir con tinte rojo las partes explícitas que se exhibían en los originales.


Como suelo tomar el cuidado en todos mis embates, jamás me dirigí directamente a cualquier persona. Siempre me refiero, critico o condeno al hecho acometido por quien quiere que sea.


Para reforzar su posición mi “censor” completó su argumento dando a entender que si publico eso le estoy dando más protagonismo a esa gente (sus palabras, literalmente:dichas imágenes también aparecen en buscadores debido a que se siguen aplicando en distintas páginas, y ello conlleva a que se siga difundiendo la idea inicial en contra de los principios de la Iglesia a que la critica en sí mismo”  ).

Sinceramente, desconozco la experiencia acumulada de vida de mi “censor”, su grado de formación, su grado de catolicidad e, incluso, si realmente conoce el funcionamiento de Internet ya que tiene que ganarse la vida con ello. Tampoco me figuro cuanto habrá leído del Evangelio:No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas  Ef 5, 11”

El resultado práctico de la aplicación de su criterio es el siguiente:

1) “Quien calla consiente”;

2) Cada vez que las imágenes originales –ofensivas- aparezcan solas en buscadores estas tendrán la exclusividad, sin su contrapartida.  (Cuando aparecían nuestras duplicatas, estas venían autocensuradas con tinte rojo, detalle que bien podría llamar la atención de la gente para que acabara constatando la denuncia, posibilidad esa que ya no existe más);

3) Cada ataque a la fe y a la Iglesia que se queda sin una respuesta contundente  que le anule o neutralice adquiere fuerza y persiste en ello. Es una especie de “fórmula vencedora” que mostró funcionar. Es un estimulo para que se continúe en esa línea.


Es como si jugando al futbol a cada gol que nos metieran no contra-atacásemos en la esperanza de que si nos quedamos quietitos menos gente se enterará. O si nos picara una culebra no tomar el antídoto para evitar fastidiar a las demás.


Como anécdota quiero contar que cada uno de los materiales removidos de ese sito lo remplacé por la figura de un avestruz con la cabeza  escondida en la tierra.


Irónicamente, ese servidor al que me refiero pertenece a una organización de la…  ¡Iglesia Católica!. Tiene mi “censor” la suerte de no estar encargado de administrar el servidor de una religión de aquellas del tipo intolerante.

 

Cualquiera que le observe, notará que yo nunca ataco, solo defiendo. Pero lo hago en su justa proporción; cuanto mayor la ofensa o sacrilegio mayor la embestida de mi respuesta.

Amo a mis semejantes pero al mismo tiempo poco me importa como me quede frente a los hombres; por encima de todo y hasta las últimas consecuencias está mi Señor Jesucristo. Es con Él que quiero estar bien. (“pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos. Mat 10:33”.)


Y cuanto a los que prefieren echarle “paños calientes” a toda esa clase de basura blasfema para vivir tranquilo sólo me gustaría recordarles esta citación “conozco tu conducta: no eres frío ni caliente. ¡Antes fueras frío o caliente!” Rev 3:15.

(Definitivamente, no siento la minima vocación para ser políticamente correcto.)


Escribir tiene la ventaja de permitirle a uno explicar algo hasta el final sin ser interrumpido a cada momento, antes de tener la oportunidad de zanjar las varias líneas abiertas del raciocinio y poder cerrar  la conclusión final.


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