“Y el Rey les dirá: en verdad vos digo que  cuanto hicisteis a uno de estos hermanos  míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”  Mt 25:40 Que hago Contacto Utilidades

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Podrá esto parecer un testamento pero no lo es. Se trata solamente de un testimonio y confesión.


Antes de entrar en materia quisiera llamar la atención para un pequeño detalle, sutil, pero que hace gran diferencia en el entendimiento entre hermanos. Lo que vés en la foto a la izquierda no soy “yo”. Eso es solo la imagen de una parte del cuerpo en que habito como un todo, tal como aprendí a interpretarlo cuando te veo a ti. Sé que no eres apenas lo que me es posible ver físicamente. Soy consciente de que eres muchísimo más de lo que yo pudiera imaginar. Si fuese dejarme guiar solo por lo que las personas aparentan me sería difícil amarlas como una imagen de la semejanza a Dios; como hijos de Él y hermanos míos. Si eres más viejo que yo, yo seré como tú. Pero si eres más joven que yo, entonces yo ya fui como tú y tú serás como yo soy ahora.
Este es el nivel de relacionamiento que te propongo y espero que lo comprendas y aceptes.


Soy un peregrino buscando encontrar el camino de la santidad para poder encontrarme con mi Señor, Jesús. Pero todavía un pecador, quien de tiempos en tiempos escuchaba horrorizado como algunos me veían como un hombre “de suerte”. Justamente a mí, que he trabajado incansable como una bestia para que al final siempre todo me saliera mal o diferente de lo que yo quería y esperaba. Y no conseguía entender el porqué. Me parecía… “injusto”.

Así que soy un hombre que, absolutamente, no cree en “suerte” (a los no-creyentes, con todo el respeto, quisiera recordarles: ¡la suerte no es algo científico!). Pero eso sí, con todos mis defectos por lo menos nunca he dejado de creer en Dios.

Como he dicho antes, yo no entendía por qué las cosas nunca salían como yo quería, hasta que un día noté que pese a eso mi situación al final siempre se iba quedando mejor. Y no por meritos propios, desde que nunca conseguía los resultados materiales e inmateriales por los cuales luchaba arrebatadamente. Tardó muuuuuuchos años hasta que me diera cuenta de que era la Mano de Dios que me guiaba hacia donde yo no sabia como llegar (Mt 6, 25-27). Su voluntad y no la mía. Ahora tengo mis dudas, no sé bien si me encontraba acometido de torpeza o ceguera. Posiblemente las dos cosas.

Quién soy Donde voy Donde estoy De dónde vengo 1 2 3